viernes, 28 de marzo de 2008

Textos para debatir: Como una novela, de Daniel Pennac


Mucho se ha escrito sobre este título, imprescindible para conocer la corriente pedagógica fundamentada en los “derechos del lector” que, entre otras tesis, reniega de las lecturas obligatorias en el ámbito académico. Los objetivos de este documento, por tanto, son dar a conocer esta obra a los que aún no han leído a Daniel Pennac, y abrir de nuevo el debate para los que sí la leyeron en su día y les suscitó sentimientos encontrados.
La edición que manejo es de la EDITORIAL ANAGRAMA, Barcelona, traducción del francés de Joaquín Jordá. Está dividida en cuatro partes: I. NACIMIENTO DEL ALQUIMISTA, II. HAY QUE LEER (El dogma), III. DAR DE LEER y IV. EL CÓMO SERÁ (o los derechos imprescindibles del lector). La voz narrativa que recorre esta división reflexiona desde la piel del padre con hijos en edad escolar, la del profesor de Secundaria que debe promover la lectura ante una clase hostil y la del lector apasionado que rememora su experiencia personal con los libros. Además, gracias a la voz del padre, que se erige en narrador omnisciente, conocemos el conflicto que atenaza al hijo adolescente, que debe leer 400 páginas para entregar una ficha de lectura, y que evidencia, según el autor, el fracaso de los libros prescriptivos, pues no sólo no disfruta leyendo, sino que no lo termina y opta, al final, por copiarla de una compañera; su hermano pequeño representa, en oposición, la fascinación de las primeras letras y la creación del hábito lector, alimentado, en un principio, por los cuentos que le leían sus padres al acostarse y, más tarde, refrendado por la autonomía que le proporciona la escuela, la magia de leer solo, sin lectores de prestado; en otras palabras, representa la esperanza para una nueva pedagogía de la lectura en la que los padres se implican de forma activa.
Otro contrapunto al fracaso del lector adolescente lo encontramos a través de la voz del profesor que, desde las aulas, y en el terreno de la educación literaria, prescinde del programa surgido de la Historia de la Literatura y del comentario de texto para leer en voz alta El perfume, de Patrick Süskind; es decir, para “dar a leer” a sus alumnos textos de autores por los que, hasta entonces, habían sentido aversión o falta de curiosidad o les eran desconocidos, como García Márquez, Kafka, Cervantes o Chejov. Las consecuencias no se hacen esperar, y la primera reacción no es muy distinta de la del niño que aprende a leer: un reencuentro feliz con los libros, que impulsa a algunos de ellos a frecuentar librerías, a hablar sobre libros, a salir del mutismo que suele contagiar el pupitre y considerar la literatura como un bien democrático “Porque si bien se puede admitir perfectamente que un individuo rechace la lectura, es intolerable que sea –o se crea- rechazado por ella” (p. 147).
La voz del lector apasionado es la que toma las riendas del final del libro. Hasta ahora, colaba sus palabras entre los parlamentos del padre o del profesor, como un eco subterráneo que suministraba la emoción necesaria para que el lector se identificase con el narrador. Su papel cambia en esta última parte de Como una novela al recoger tantas ideas diseminadas para confeccionar “los derechos imprescriptibles del lector”, un decálogo paradójico y provocador, en el que algunos han querido ver el esquema de un antimanual de la lectura:


1) El derecho a no leer.
2) El derecho a saltarnos las páginas.
3) El derecho a no terminar un libro.
4) El derecho a releer.
5) El derecho a leer cualquier cosa.
6) El derecho al bovarismo.
7) El derecho a leer en cualquier sitio.
8) El derecho a hojear.
9) El derecho a leer en voz alta.
10) El derecho a callarnos.

No comentaré cada derecho por extenso; sólo aclararé que el término “bovarismo”, que Pennac tilda de “enfermedad de transmisión textual”, procede de la Psicología, que la define como enfermedad que “consiste en una alteración del sentido de la realidad, de raíz esquizoide, por la que una persona se considera otra de la que realmente es”[1]. Aunque, desde una perspectiva puramente literaria, es el derecho a olvidarnos de nosotros mismos por unas horas y vivir bajo el disfraz de Emma Bovary, don Quijote o el tío Vania: la identificación entre lector y personaje.
Para finalizar, es necesario comentar que Daniel Pennac escribe en un estilo accesible, entre coloquial y lírico, sobre todo en las tres partes que obran como ejemplos de sus ideas, para desembocar en una cuarta parte que, como hemos visto, supone una síntesis, entre la anécdota personal y la teoría literaria, que no le resta amenidad al conjunto. Cada parte, a su vez, está compuesta de breves capítulos, a veces mínimos, que permiten la alternancia de las voces narradoras y la focalización en un determinado personaje, ya sea el hijo adolescente, su hermano pequeño, la madre preocupada que acude a hablar con el profesor o los alumnos desinteresados por la lectura. El resultado es un retrato de grupo que pretende abarcar todos los estamentos de la sociedad implicados en la lectura, a pesar de que, en algunos casos, se queden en meros personajes tipo, sin profundidad psicológica, pero al servicio de una idea.
Los problemas sobre la lectura que planteaba este autor en 1992 para la sociedad francesa pueden extrapolarse a nuestra situación actual, aunque no estoy convencido de que puedan resolverse con sólo aplicar estas soluciones. Otros investigadores del aula, como Daniel Cassany o Teresa Colomer, que también han seguido su estela, aportan soluciones complementarias, e igualmente valiosas, centradas en las actividades de creación literaria y que, hoy en día, constituyen una de las vigas maestras de la educación literaria y de la animación a la lectura. Por otra parte, también reconozco la labor de algunos compañeros que, inspirados por Como una novela, han puesto en práctica la lectura en voz alta en el aula o “han dado de leer” a sus alumnos libros que no contemplaba el programa oficial, con estupendos resultados. A ellos, y no sólo a Daniel Pennac, habría que atribuirles el mérito.
Héctor Monteagudo Ballesteros

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