jueves, 20 de julio de 2017

2.4. Mi biblioteca literaria: clásicos griegos y latinos



La raíz de lo que somos nace de la Grecia y Roma Antiguas. El acervo cultural, parte de nuestras costumbres o el idioma (el 70% del castellano es deudor del latín) legitiman una mirada recurrente al pasado, tal vez como referencia para saber adónde ir.
Las obras de intención literaria son mayoría en el estante de clásicos, pero no son las únicas: conviven con algunos volúmenes de carácter filosófico, histórico, científico o retórico, escritos por Platón, Aristóteles, Suetonio, Herodoto, Paracelso u Horacio. Otros, sin embargo, apuran aún más la delgada línea que separa la ficción de la no ficción, como Herodoto y su Teogonía.
Entre las obras de ficción, siempre destacan los poemas épicos, narrativos, de La Iliada y La Odisea, ambos de Homero, junto con La Eneida de Virgilio. La poesía lírica, por su parte, está representada por Safo, Los epigramas de Marcial o las Odas y Epodos de Horacio, pues su influencia en la literatura posterior fue determinante. El segundo género en importancia es el teatro, abanderados por dramaturgos griegos como Sófocles, Aristófanes o Eurípides y seguidos por los latinos Plauto o Esquilo. La prosa, por último, incorpora títulos como El asno de oro, de Apuleyo (esencial para comprender el Lazarillo de Tormes) o El Satiricón, de Petronio, considerada la primera novela occidental.
En definitiva, los clásicos griegos y latinos deberían disfrutar de un lugar privilegiado en cualquier biblioteca que se precie, puesto que no solo nos ayudan a entender nuestro pasado y presente, sino que son una brújula infalible para dirigir la construcción de nuestro futuro.



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